Vivir Calmo: La importancia de regular la excitación en nuestro perro

Consejos para tu mascota

Por: Rodrigo Hargreaves A.

Vivimos en una sociedad acelerada. Y sin darnos cuenta, hemos trasladado ese ritmo frenético también a nuestros perros. Los hemos incorporado a nuestras vidas de forma tan estrecha, dentro de nuestros hogares, nuestras rutinas y hasta nuestras emociones, que a menudo olvidamos algo esencial: un perro equilibrado es, ante todo, un ser calmado.

En su estado natural, un perro debería pasar alrededor de 13 horas al día durmiendo, y otras 5 a 6 horas en actividades de baja intensidad: olfatear, descansar, observar el entorno o simplemente estar presente. Sin embargo, el estilo de vida moderno los mantiene en una constante sobrexcitación.

Desde el momento en que nos levantamos, los activamos con un tono de voz alto, con juegos descontrolados o recompensas sin propósito. Los despertamos para acariciarlos, los interrumpimos mientras descansan y celebramos cada salto, cada ladrido y cada exceso de energía como si fueran señales de felicidad…pero no lo son.

Un perro sobrexcitado es un perro saturado, con un sistema nervioso hiperactivo y un cerebro en alerta permanente. En ese estado, el animal no está aprendiendo, está sobreviviendo. Su organismo libera cortisol y adrenalina; su atención se fragmenta; su cuerpo y su mente permanecen tensos. Paradójicamente, cuando un perro logra un estado de calma, descansa, se echa, respira lento, etc., muchos tutores lo confunden con un animal triste o deprimido. Es un error común y cultural. La calma no es aburrimiento: es bienestar.

El triángulo de la excitación canina: Podemos imaginar la excitación del perro como un triángulo con tres niveles principales:

1) Base azul-verde (reposo y calma): aquí el perro está en equilibrio fisiológico, emocional y conductual. Su respiración es lenta, su mirada suave, y su cuerpo se mueve con fluidez. Este es el estado en que aprende mejor y su cerebro procesa experiencias de manera estable.

2) Zona amarilla (activación óptima): necesaria para explorar, jugar o entrenar. Aquí la energía se moviliza, pero sigue siendo gestionable.

3) Zona roja (Sobreexcitación): es el punto de ruptura. Aparecen ladridos excesivos, impulsividad, frustración y, en algunos casos, agresión reactiva. Permanecer mucho tiempo aquí agota el sistema nervioso y genera una vida en modo supervivencia. El problema es que muchos perros domésticos se mueven entre el nivel amarillo y rojo durante casi todo el día, sin saber volver por sí mismos a la base del triángulo. Por eso una parte crucial del trabajo con ellos no consiste en enseñar más comandos, sino en enseñarles a relajarse. Entrenar, jugar y reforzar conductas con comida es útil, pero nada sustituye la capacidad de un perro de autorregularse emocionalmente. El verdadero aprendizaje ocurre cuando puede alternar entre excitación y calma, y reconocer que no todo estímulo requiere una reacción.

Fomentar la calma implica rutinas predecibles, paseos tranquilos, olfateo libre, tonos de voz suaves y un entorno donde el perro pueda simplemente ser. No siempre necesita nuestra atención. A veces, lo mejor que podemos hacer por él es dejarlo dormir. Un perro equilibrado no es el que más corre, ni el que más obedece, ni el que salta de euforia cada vez que llegamos a casa. Es aquel que puede disfrutar de la vida sin estar en constante estado de alerta, que sabe descansar, observar y recuperar su energía sin sentir que el mundo le exige reaccionar a todo, todo el tiempo.

El verdadero bienestar animal no se mide solo en vacunas al día, buena alimentación o visitas veterinarias. Se mide también en cómo ayudamos al perro a vivir en armonía con su propia naturaleza.

Un perro con cerebro calmado, un entorno predecible y vínculos humanos estables experimenta seguridad, confianza y equilibrio emocional.

Brindarle calma no es un lujo; es necesidad biológica y una muestra de respeto hacia su especie. Porque un perro sereno, en paz consigo mismo y con su entorno, no sólo vive más tiempo… vive mejor, con bienestar real.

Rodrigo Hargreaves

Médico Veterinario

Coach Estratégico

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